¿Quién será el próximo presidente del Partido Liberal Democrático (LDP) de Japón? Esta pregunta sigue siendo un tema de interés para los observadores de la política japonesa, especialmente ahora que el primer mandato de Kishida Fumio como presidente del LDP está a punto de concluir en septiembre. Su futuro político, como primer ministro, es motivo de debate en los círculos mediáticos y políticos del país. El sostenerse en el cargo se puede evaluar mediante dos índices de supervivencia: la aprobación del gabinete del primer ministro y la “Ley Aoki.” En Japón, un índice de aprobación inferior al 30 por ciento se considera peligroso, lo que genera presión interna para que el primer ministro renuncie. La Ley Aoki indica que si la suma de la aprobación del gabinete y del LDP cae por debajo de 50 puntos, la administración está en una “zona de peligro.” Las encuestas de opinión indican que Kishida ha entrado en esta zona peligrosa, con un sondeo de Jiji Press que muestra una aprobación del gabinete de solo 15.5 por ciento, la cifra más baja desde diciembre de 2012.
Mientras Kishida ha completado 1,000 días en el cargo, es evidente que su índice de aprobación se encuentra por debajo de los niveles aceptables, generando presiones desde su propio partido para que ceda el puesto. Un sondeo de Asahi Shimbun muestra que su aprobación está rondando el 19 por ciento y la del LDP ha caído al 24 por ciento, totalizando 43 por ciento, muy por debajo del umbral de la Ley Aoki. A pesar de estos desafíos, Kishida ha afirmado que seguirá esforzándose por abordar los temas a medio resolver. Su perseverancia es una característica notable en su política, ayudándolo a navegar las complejidades de la política interna del LDP.
Kishida ha enfrentado candidatos rivales en el horizonte. A través de los años, su paciencia le ha permitido escalar posiciones dentro del partido. En 2021, tras la renuncia abrupta de Abe, Kishida no dudó en anunciar su candidatura, logrando finalmente el puesto de primer ministro. Sin embargo, su falta de conexión con el público y su incapacidad para cumplir promesas de campaña han socavado su popularidad. La reciente escasez de apoyo se ha visto exacerbada por un escándalo de fondos políticos dentro del LDP, lo que ha llevado a Kishida a disolver su facción.
Ahora, mientras el LDP se prepara para las elecciones presidenciales, las posibilidades de Kishida parecen tambalearse. Varios veteranos, como Ishiba Shigeru, Takaichi Sanae y Kono Taro, han insinuado su intención de competir contra él. En encuestas recientes, Ishiba aparece como la opción preferida por el público, mientras que Kishida ha caído al fondo de la lista. Sin embargo, la historia tiende a favorecer a los presidentes en funciones dentro del LDP, donde rara vez un presidente actual es superado en una elección. Aunque la competencia es feroz, Kishida parece decidido a apelar a su base para mantener su posición, destacando sus aportaciones a la economía.
A medida que se aproxima la elección, sigue siendo incierto quién prevalecerá. Será una contienda digna de observar, con potenciales sorpresas que podrían alterar el curso político de Japón.